Islas en la Red

19.3.05

Microrelatos itinerantes

La Palabra Itinerante es uno de los colectivos más asombrosos en activo de las letras hispanas, de entrada, por ser un verdadero colectivo, en un mundo como el de la poesía, lleno de gente con problemas de cervicales de andar todo el día mirándose el ombligo; también lo es por la calidad de sus partícipes a los que tuve la gran suerte de conocer este verano pasado, de lo que dejé debida constancia.

Ahora traigo de nuevo aquí a dos de sus componentes: David Eloy Rodríguez y Jose María Gómez Valero. Estos microrelatos los descubrí gracias a otro de los itinerantes, David Franco Monthiel, y no me puedo resistir a reproducirlos. Sé que los autores no se van a mosquear ni me van a demandar. En todo caso, aviso, mi insolvencia es notoria... Disfruten de estas piezas, que merecen la pena:

ICEBERG

Cuando puse mis manos sobre ellos, le dije: tus pechos están fríos. Como el hielo, respondió ella. Cuando amaneció, bajé las persianas con cuidado. Quería conservar aquel instante, protegerla del sol.

REY MIDAS

Antes de poner su mano sobre la mujer y condenarla así a la dorada y eterna inmovilidad, el rey le pidió que se desvistiera, que se sentara al borde de la cama, cruzara sus piernas infinitas y, ya desnuda y con los ojos cerrados, dispusiera sus más cálidos labios de amante. Fue entonces cuando la besó para siempre.

EL TEATRO Y LA ROSA

En el escenario creció la rosa. Era la esperada, la rosa elegida, por eso nadie se atrevió a cortarla. Sólo cuando se marchitó regresaron, tristes, los actores.

José María Gomez Valero

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LA NOCHE 1001

En la última noche a Sherezade sólo se le ocurría un relato hiperbreve. Realmente lamentó estar falta de inspiración.

EL ÚLTIMO VOLUMEN

Leyó completa la enciclopedia y acabó por el principio. De ahí que no conociera el amor.


POLIFEMO REFLEXIONA

Tengo miedo de los monstruos. Temo su anormal tamaño, sus dos ojos, su necesidad de otros, su capacidad de destruir. Sé que ellos, quienes quiera que sean, nada bueno van a traerme.


NO PODEMOS EVITAR QUE SE DESPEÑEN LOS CABALLOS

Quieres evitar el desenlace del relato, deseas ponerte en medio, detenerlo. Ves pasar una a una las palabras, las acciones, los hechos. Adivinas su final terrible. Aguardas el milagro, una salida. Lo sabes imposible. El relato acaba.


EL SALÓN DE BOXEO TENÍA EL TECHO DE CRISTAL

Sucedió después del combate, en el vestuario. Había vencido. Era el mejor. Lo sabía. La racha, adivinó, seguiría por lo menos tres o cuatro años más, dependiendo del castigo. Y después tendría suficiente como para un cómodo retiro. Ella le ve, sin embargo, triste. ¿Te dieron fuerte? Me darán más fuerte, Susi. Ella se rió con una risa estúpida. Salieron. Pidieron un taxi.

David Eloy Rodríguez


Otras presencias de La palabra itinerante en esta bitácora:
La Palabra Itinernante
Chiclana: García Arguez
Oda al sellado de 9 a 11
Ya que


Y una foto de los autores:

David Eloy & Jose María

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