Islas en la Red

5.4.04

La felicidad

Ya volví. Estamos aquí otra vez. Curiosamente, el momento de alguna manera más significativo de este viaje sucedió en su última noche, cuando Lorraine, Drofn (imaginar una línea cortando la “o” y pronunciese algo así como “drop”, las y los islandeses son así...) y yo, fuimos en busca de la cerveza de despedida y nos metimos, acuciados por el frío, en un bar cercano a la estación de ferrocarril de Copenhague. La escena era propia de una canción de Tom Waits: una camarera con apariencia de haber cumplido hace tiempo los 50, servía las copas a sus clientes con el asco y el despego propio de quien está muy harta de todo, y, especialmente de esas noches sin fin, de olores marcados a cerveza y zotal. Al fondo dos tipos, acordeón y guitarra, tocaban viejas canciones danesas, y algún clásico inglés, mientras parejas de trabajadores maduros, repentinamente, al llamado de alguna de estas melodías, arrancaban a bailar. Cuando se sentaron reían ruidosamente. En una mesa cerca del rincón donde nos cobijamos mis compañeras y yo, estaba sentado un tipo con el pelo blanco y una sonrisa de felicidad radiante que no podías dejar de mirar. No hablaba con nadie, miraba al fondo como viendo algo fuera del alcance de los demás. Estaba loco, parecía claro, y bien borracho. Sin embargo, la sonrisa de felicidad tenía algo de hipnótica. Me puse a pensar y no supe decir cuando había visto una sonrisa de este tipo en un adulto. A cierta edad hay que estar loco para poder lucir una sonrisa como esta, bajo su marco de greñas blancas. Drofn, la única que entendía las letras de las canciones, nos tradujo el estribillo de una de ellas, que se iba escurriendo sobre las líneas marcadas por el acordeón: “quiero quedarme aquí, bebiendo hasta que amanezca...”


Estación central de Copenhague



De regreso, me encuentro, con la buena noticia de mis poemas publicados en los nºs 8a y 8 b de Lunas Rojas. Desdes estos enlaces pueden bajarse las revistas completas. Ya estamos aquí otra vez.