Verguenza
No puedo evitar sentirla, porque yo me siento parte de este pueblo. Vale que viene el Queen Mary II a los muelles canarios, y que es una buena ocasión para hacer promociión turísitica, en unas islas que vivimos de esto. Vale que el barco es espectacular y su entrada en el puerto de La Luz impresionante. Háganse a la idea de que en Las Palmas solo hay un edificio más alto que el barco este... Vale, pues, aunque no deje de revolverme el estómago semejante expresión de poderío y mal gusto, semejante derroche en un mundo como en el que vivimos, ese espacio estanco para disfrute de ricos aburridos... Seguramente se consideraría de mal gusto preguntar a más de uno de estos elegantes turistas por el origen de sus fortunas.
Pero la verguenza la sentí al leer en la prensa local como miles de mis conciudadanos se fueron a la borda del rascacielos flotante a aplaudir a los potentados mientras iban bajando de palacio saludando con la manita, y gritar ese Pío Pío que se ha hecho obligatorio en cualquier acto colectivo que se celebre en Gran Canaria. Lo que nació como una manera de animar a un equipo de voleibol, el Guaguas Las Palmas, y que yo grité más de una vez en el centro Insular de Deportes, se ha convertido en santo y seña de nuestro papanatismo colectivo. Faltó que alguno de estos turistas de lujo arrojase con gesto indolente unas cuantas moneditas a la plebe, para ponernos a todos en nuestro sitio...
Una cuestión sobre mi uso de los verbos: yo no estuve allí, ni grité pío pío a la vista de barco tan gandul, pero cuando veo a gente de mi pueblo haciéndolo no puedo evitar pensar como colectivo, como sociedad, como "nosotros", y sentirme mal viendo lo catetos que podemos llegar a ser nosotros. Me duele, qué le voy hacer.
Al mismo tiempo y en otra costa de nuestras islas, grupos de voluntarios y guardias civiles recogían la última cosecha de nuestro mar de muertos: otros dieciseis cadáveres, que fueron enterrados en Tuineje sin alfombra roja, y sin pio pios... El sacerdote de Tuineje así lo expresó ante la televisión y los otros medios de comunicación se hicieron eco. La dignidad sigue habitando en nuestra sociedad, sólo hay que quitarnos de los ojos todo este celofán con el que nos venden una vida de mentira, con el que nos vuelven idiotas, pío, pío...
No puedo evitar sentirla, porque yo me siento parte de este pueblo. Vale que viene el Queen Mary II a los muelles canarios, y que es una buena ocasión para hacer promociión turísitica, en unas islas que vivimos de esto. Vale que el barco es espectacular y su entrada en el puerto de La Luz impresionante. Háganse a la idea de que en Las Palmas solo hay un edificio más alto que el barco este... Vale, pues, aunque no deje de revolverme el estómago semejante expresión de poderío y mal gusto, semejante derroche en un mundo como en el que vivimos, ese espacio estanco para disfrute de ricos aburridos... Seguramente se consideraría de mal gusto preguntar a más de uno de estos elegantes turistas por el origen de sus fortunas.
Pero la verguenza la sentí al leer en la prensa local como miles de mis conciudadanos se fueron a la borda del rascacielos flotante a aplaudir a los potentados mientras iban bajando de palacio saludando con la manita, y gritar ese Pío Pío que se ha hecho obligatorio en cualquier acto colectivo que se celebre en Gran Canaria. Lo que nació como una manera de animar a un equipo de voleibol, el Guaguas Las Palmas, y que yo grité más de una vez en el centro Insular de Deportes, se ha convertido en santo y seña de nuestro papanatismo colectivo. Faltó que alguno de estos turistas de lujo arrojase con gesto indolente unas cuantas moneditas a la plebe, para ponernos a todos en nuestro sitio...
Una cuestión sobre mi uso de los verbos: yo no estuve allí, ni grité pío pío a la vista de barco tan gandul, pero cuando veo a gente de mi pueblo haciéndolo no puedo evitar pensar como colectivo, como sociedad, como "nosotros", y sentirme mal viendo lo catetos que podemos llegar a ser nosotros. Me duele, qué le voy hacer.
Al mismo tiempo y en otra costa de nuestras islas, grupos de voluntarios y guardias civiles recogían la última cosecha de nuestro mar de muertos: otros dieciseis cadáveres, que fueron enterrados en Tuineje sin alfombra roja, y sin pio pios... El sacerdote de Tuineje así lo expresó ante la televisión y los otros medios de comunicación se hicieron eco. La dignidad sigue habitando en nuestra sociedad, sólo hay que quitarnos de los ojos todo este celofán con el que nos venden una vida de mentira, con el que nos vuelven idiotas, pío, pío...
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