Y segunda
Animado por Marcos, me he decidido a completar las notas del mensaje anterior hablando de un par de cositas que se me quedaron fuera, y que son determinantes en mi manera de afrontar la escritura poética. Prometo que, después de esta entrada, Islas en la Red volverá a su sana tradición de no girar alrededor del ego de su autor. Prometido.
Nos quedamos hablando de la forma. De la relación forma-contenido, como si fuesen cosas distintas... En mi opinión, poco original, creo, la forma expresa y dice hasta cuando calla. Los espacios en blanco son tan relevantes, y en ocasiones incluso más, que las propias palabras del poema. Realmente son un todo, un todo que siempre dice desde que empieza a hacerse. Por acción u omisión, por utilizar términos jurídicos. A veces, su decir soprende, se va por derroteros inesperados. Esas ocasiones son benditas y extrañas.
En este sentido, la discusión que animó hace unos meses a la "izquierda poética" española, enfrentando como términos antitéticos "claridad" / "oscuridad", poesía "figurativa" / poesía "abstracta", me parece un falso debate, y un baldío, esto es, un terreno del que nada crece. Poco se sacará de él. Desde mi punto de vista cada poema elige, por así decirlo, su propia forma, su propia expresión. A veces se escriben poemas cuya potencia expresiva depende de su nitidez, de que el poema explosione mostrando las sencillas verdades escondidas o no mencionables, otras, el poema se pelea con los significados, se niega a constreñirse, a cerrar puertas. Yo no soy un poeta "claro" u "oscuro",así, como resultado de una decisión consciente, aunque sí creo que todo poeta tiene una tendencia personal, tendencia la mayoría de las veces poco explicable, y que se trata más bien de "justificar" a posteriori, con el poema ya en la mesa. Como dice Ernesto Suárez, "El verso haciéndose es la única poética posible".
En lo que a mí respecta, creo que cabría hablar de una tendencia hacia una "claridad traslúcida", o "difusa" si se prefiere ( Quiero hacer notar que las comillas que adornan ciertas palabras en este texto reflejan mi profunda desconfianza sobre lo que tales conceptos quieran o puedan significar ¿eh?).
Sí tengo un par de ideas claras y a la que trato de ser fiel, más en negativo que en positivo, por cierto. Una: del lenguaje poético debe expulsarse "el lenguaje nebuloso de las clases fraudulentas" (Pound). Para mí eso es más determinante a la hora de escribir que la supuestas "claridades" u "oscuridades".
Dos: Puedo estar muy de acuerdo con lo que dice David Eloy Rodríguez (vaya... tengo un nuevo gurú ): "un discurso pobre es aquel que se agota en la codificación y que, por ello, deja muy poco margen para la lectura. En un texto pobre, nada nos sorprende o inquieta, sus encadenamientos de significantes son siempre los más obvios."
Estas ideas funcionan en mi escritura como señales de prohibición, de "eso no se hace", básicas tal vez, pero determinantes. Son prohibiciones que liberan.
Y el porqué, vaya, el porqué se escribe poesía... Me he metido a buscar mi porqué racional (el irracional, o tal vez el verdadero, amig@s, es siempre inexplicable), confrontándolo con otros porqués, expresados por poetas de mi "promoción" que me son muy cercanos. Y me he encontrado con que soy una especie de ateorro bastante extraño... que escribe buscando luz: la luz que emana de algunas personas, de algunos momentos que se tiene la fortuna de vivir, soñar o vislumbrar, de algunos hechos históricos... luz muy escasa, luz que hay que buscar, pero suficiente para iluminar las oscuridades presentes, pasadas y por venir. Luz que anuncia otros mundos posibles. Y busco esas luces que me disparan los poemas con base en la única fe que a estas alturas alimento, a puro huevo y fuerza de voluntad frente a estos tiempos de desazón: la fe en el ser humano, en su potencial transformador, en su búsqueda de una vida buena para todos, en su capacidad de resistir y crecer frente a la barbarie cotidiana. Poesía como búsqueda, como incertidumbre, como hambre de esperanza en definitiva... Debo decir que también me anima la escritura las sonrisas de las muchachas, para qué mentirles... pero es que la sonrisa de las muchachas es pura luz e incertidumbre.
Termino con unos versos del poeta de Barquisimeto (Venezuela) Rafael Cadenas:
Creo que es una buena propuesta.
Bien, ya está, prometo no volverlo a hacer en una buena temporada.
Animado por Marcos, me he decidido a completar las notas del mensaje anterior hablando de un par de cositas que se me quedaron fuera, y que son determinantes en mi manera de afrontar la escritura poética. Prometo que, después de esta entrada, Islas en la Red volverá a su sana tradición de no girar alrededor del ego de su autor. Prometido.
Nos quedamos hablando de la forma. De la relación forma-contenido, como si fuesen cosas distintas... En mi opinión, poco original, creo, la forma expresa y dice hasta cuando calla. Los espacios en blanco son tan relevantes, y en ocasiones incluso más, que las propias palabras del poema. Realmente son un todo, un todo que siempre dice desde que empieza a hacerse. Por acción u omisión, por utilizar términos jurídicos. A veces, su decir soprende, se va por derroteros inesperados. Esas ocasiones son benditas y extrañas.
En este sentido, la discusión que animó hace unos meses a la "izquierda poética" española, enfrentando como términos antitéticos "claridad" / "oscuridad", poesía "figurativa" / poesía "abstracta", me parece un falso debate, y un baldío, esto es, un terreno del que nada crece. Poco se sacará de él. Desde mi punto de vista cada poema elige, por así decirlo, su propia forma, su propia expresión. A veces se escriben poemas cuya potencia expresiva depende de su nitidez, de que el poema explosione mostrando las sencillas verdades escondidas o no mencionables, otras, el poema se pelea con los significados, se niega a constreñirse, a cerrar puertas. Yo no soy un poeta "claro" u "oscuro",así, como resultado de una decisión consciente, aunque sí creo que todo poeta tiene una tendencia personal, tendencia la mayoría de las veces poco explicable, y que se trata más bien de "justificar" a posteriori, con el poema ya en la mesa. Como dice Ernesto Suárez, "El verso haciéndose es la única poética posible".
En lo que a mí respecta, creo que cabría hablar de una tendencia hacia una "claridad traslúcida", o "difusa" si se prefiere ( Quiero hacer notar que las comillas que adornan ciertas palabras en este texto reflejan mi profunda desconfianza sobre lo que tales conceptos quieran o puedan significar ¿eh?).
Sí tengo un par de ideas claras y a la que trato de ser fiel, más en negativo que en positivo, por cierto. Una: del lenguaje poético debe expulsarse "el lenguaje nebuloso de las clases fraudulentas" (Pound). Para mí eso es más determinante a la hora de escribir que la supuestas "claridades" u "oscuridades".
Dos: Puedo estar muy de acuerdo con lo que dice David Eloy Rodríguez (vaya... tengo un nuevo gurú ): "un discurso pobre es aquel que se agota en la codificación y que, por ello, deja muy poco margen para la lectura. En un texto pobre, nada nos sorprende o inquieta, sus encadenamientos de significantes son siempre los más obvios."
Estas ideas funcionan en mi escritura como señales de prohibición, de "eso no se hace", básicas tal vez, pero determinantes. Son prohibiciones que liberan.
Y el porqué, vaya, el porqué se escribe poesía... Me he metido a buscar mi porqué racional (el irracional, o tal vez el verdadero, amig@s, es siempre inexplicable), confrontándolo con otros porqués, expresados por poetas de mi "promoción" que me son muy cercanos. Y me he encontrado con que soy una especie de ateorro bastante extraño... que escribe buscando luz: la luz que emana de algunas personas, de algunos momentos que se tiene la fortuna de vivir, soñar o vislumbrar, de algunos hechos históricos... luz muy escasa, luz que hay que buscar, pero suficiente para iluminar las oscuridades presentes, pasadas y por venir. Luz que anuncia otros mundos posibles. Y busco esas luces que me disparan los poemas con base en la única fe que a estas alturas alimento, a puro huevo y fuerza de voluntad frente a estos tiempos de desazón: la fe en el ser humano, en su potencial transformador, en su búsqueda de una vida buena para todos, en su capacidad de resistir y crecer frente a la barbarie cotidiana. Poesía como búsqueda, como incertidumbre, como hambre de esperanza en definitiva... Debo decir que también me anima la escritura las sonrisas de las muchachas, para qué mentirles... pero es que la sonrisa de las muchachas es pura luz e incertidumbre.
Termino con unos versos del poeta de Barquisimeto (Venezuela) Rafael Cadenas:
"Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.".
Creo que es una buena propuesta.
Bien, ya está, prometo no volverlo a hacer en una buena temporada.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home