Poemas desde Madrid
Por medio de Enrique Falcón, he recibido unos cuantos poemas de poetas que, desde Madrid mismo, han tenido que afrontar el horror del pasado Jueves. Quique pidió permiso por mí a los autores, y, sobre la marcha, ya he recibido el de Angeles Maeso y de Manuel Rico. La revista Lunas Rojas prevé publicar en su número de mayo una amplia colección de poemas relacionados con el 11 de Marzo. Y Lunas Rojas puede verse aquí. Por sus correos, nos damos cuenta de que todo Madrid sintió las detonaciones, y el valor de esa disparatada y libre ciudad. Por ejemplo, la hija de Angeles, una psicóloga de 25 años, colaboró en la atención a las víctimas, y, en palabras de su madre, creció. Quedémonos con el dolor, pero también con lo que hayamos crecido como personas en estos días de fuego, miedo, furia y valor.
ATOCHA 11 DE MARZO 2004
Otra vez es imposible llegar a Atocha.
Otra vez cae la puerta de doscientos kilos
y se abre un foso para los de siempre.
Otra vez han gritado las sirenas
a doscientos pasos de las fuentes
y doscientos corazones no se han levantado.
Otra vez un mar de hierro al rojo
nos coge por los pies.
¿Por qué tantos al sur del agua dulce?
Siempre tantos de este lado, ¿por qué?
¿Por qué tan colosales postigos?
¿Por qué sus ejes tan desquiciados?
Siempre tantos fuera del cordón sanitario.
Tantos, siempre de los de siempre.
Tantos tan dormidos, tantos ya para siempre.
Nunca amén.
Angeles Maeso
----------
Madrid, 11 de marzo
Marzo desnivelado por las cifras
del desaliento. Marzo de muerte,
triste marzo de trenes y extrarradios marchitos,
marzo de sueños rotos y niños deshabitados,
de pronombres sin nombre, de apellidos
quebrados y relojes sin hora, marzo de los teléfonos
enmudecidos.
Mi ciudad asolada. Mis tierras y mis trenes,
asolados, mis ojos y mis manos
y mis brazos,
asolados. Muerte sembrada bajo la luz
de un Madrid lateral
hecho de andenes periféricos, de seres menesterosos,
de mujeres crecidas en la sombra diaria
del tiempo inabarcable del trabajo,
de hombres cultivados
en el silencio anónimo de las factorías,
de humildes bachilleres y de párvulos,
de viejos azorados por noticias de muerte,
de bares conmovidos por la niebla y la sangre,
de juguetes sin niño,
de huérfanos sin ira,
de vacías acequias,
de fogatas sin lumbre.
Madrid de hospitales, de lutos y de marzo.
Capital de la niebla y del dolor. Ciudad de los estanques
del silencio.
Madrid desbaratado y mío. Madrid nuestro.
Como los muertos, nuestro.
Dueño de un mes de marzo
descolorido y turbio, pero nuestro.
Entre muertos y lágrimas,
es más nuestra y cercana la ciudad. También más triste.
Manuel Rico
Por medio de Enrique Falcón, he recibido unos cuantos poemas de poetas que, desde Madrid mismo, han tenido que afrontar el horror del pasado Jueves. Quique pidió permiso por mí a los autores, y, sobre la marcha, ya he recibido el de Angeles Maeso y de Manuel Rico. La revista Lunas Rojas prevé publicar en su número de mayo una amplia colección de poemas relacionados con el 11 de Marzo. Y Lunas Rojas puede verse aquí. Por sus correos, nos damos cuenta de que todo Madrid sintió las detonaciones, y el valor de esa disparatada y libre ciudad. Por ejemplo, la hija de Angeles, una psicóloga de 25 años, colaboró en la atención a las víctimas, y, en palabras de su madre, creció. Quedémonos con el dolor, pero también con lo que hayamos crecido como personas en estos días de fuego, miedo, furia y valor.
ATOCHA 11 DE MARZO 2004
Otra vez es imposible llegar a Atocha.
Otra vez cae la puerta de doscientos kilos
y se abre un foso para los de siempre.
Otra vez han gritado las sirenas
a doscientos pasos de las fuentes
y doscientos corazones no se han levantado.
Otra vez un mar de hierro al rojo
nos coge por los pies.
¿Por qué tantos al sur del agua dulce?
Siempre tantos de este lado, ¿por qué?
¿Por qué tan colosales postigos?
¿Por qué sus ejes tan desquiciados?
Siempre tantos fuera del cordón sanitario.
Tantos, siempre de los de siempre.
Tantos tan dormidos, tantos ya para siempre.
Nunca amén.
Angeles Maeso
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Madrid, 11 de marzo
Marzo desnivelado por las cifras
del desaliento. Marzo de muerte,
triste marzo de trenes y extrarradios marchitos,
marzo de sueños rotos y niños deshabitados,
de pronombres sin nombre, de apellidos
quebrados y relojes sin hora, marzo de los teléfonos
enmudecidos.
Mi ciudad asolada. Mis tierras y mis trenes,
asolados, mis ojos y mis manos
y mis brazos,
asolados. Muerte sembrada bajo la luz
de un Madrid lateral
hecho de andenes periféricos, de seres menesterosos,
de mujeres crecidas en la sombra diaria
del tiempo inabarcable del trabajo,
de hombres cultivados
en el silencio anónimo de las factorías,
de humildes bachilleres y de párvulos,
de viejos azorados por noticias de muerte,
de bares conmovidos por la niebla y la sangre,
de juguetes sin niño,
de huérfanos sin ira,
de vacías acequias,
de fogatas sin lumbre.
Madrid de hospitales, de lutos y de marzo.
Capital de la niebla y del dolor. Ciudad de los estanques
del silencio.
Madrid desbaratado y mío. Madrid nuestro.
Como los muertos, nuestro.
Dueño de un mes de marzo
descolorido y turbio, pero nuestro.
Entre muertos y lágrimas,
es más nuestra y cercana la ciudad. También más triste.
Manuel Rico
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